Después de muchos meses escuchando que el nuevo Real Decreto de certificación energética de edificios está a punto de aprobarse, el tiempo ha ido pasando y está comenzando a cundir el desánimo entre aquellos profesionales y empresas que decidieron hacer de este servicio el centro de su actividad profesional.
La Administración y el Ejecutivo están demostrando tener muy poca sensibilidad a la hora de tratar este tema. En primer lugar porque la certificación energética puede ayudar a capear el temporal a un colectivo de profesionales y empresas que prestan servicios de ingeniería y/o arquitectura. Las cifras de cierre de oficinas técnicas de ingeniería y de despachos de arquitectura son dramáticas y dan una idea de la desastrosa situación por la que atraviesa un sector que, por haber sido tradicionalmente bien valorado en el exterior, se está convirtiendo en bandera de la nueva emigración: jovenes (y no tan jovenes) profesionales, con experiencia en la mayoría de los casos, que se ven obligados a abandonar su país de origen en busca de un futuro profesional mejor que el que actualmente les ofrece España.
También a Administración y el Ejecutivo deberían de tener en mente el dinero y el esfuerzo de aquellos que ha decidido lanzarse a la aventra de emprender y crear su propia empresa especializada en certificación energética. Un gran colectivo a tenor de la gran cantidad de webs de intermediación que están surgiendo en los últimos tiempos y que están pendientes de la aprobación del Real Decreto de certificación energética para poder comenzar a operar, y que ven como su inversión tardará más de la cuenta en poder empezar a recuperarse. Esperemos que la recuperen y obtengan beneficios, pues si las cosas siguen como hasta ahora, mucho me temo que asistiremos a la clausura de alguna de estas iniciativas antes de haberse aprobado el manido real decreto. ¿A quién se podrá entonces pedir explicaciones?
Y para acabar la Administración y el Ejecutivo deberían de considerar algo que, si bien no tiene nombre y apellidos, es tan importante o más que todo lo anterior: la credibilidad y la imagen de España ante sus socios de la Unión Europea. España lleva ya tres años de retraso en la transposición total de la directiva europea que regula la certificación energética, y seguimos sin concretar una fecha de entrada en vigor. Cierto es que hay mucho trabajo pendiente de realizar en materia energética, fruto de años de pésima gestión, cuando no de desidia institucional (demasiados Ministros de Industria a los que el cargo les venía sino grande, por lo menos bastante holgado). Pero no podemos permitir que los arboles no nos dejen ver el bosque: señores, legislen desde la tranquilidad y la serenidad necesaria en aquellos temas que más graves problemas causan a nuestro sector energético (deficit de tarifa, reestructuración del sector, marco legislativo estable para las energías renovables, etc) y quitense de encima los temas sencillos como la certificación energética. Por favor, saquenlo ya de una vez por todas de la parte de abajo de la pila de asuntos pendientes...
Espero que en mi próximo post, pueda comentar por fin el nuevo y flamante Real Decreto de certificación energética de edificios.
Un apunte más: como he visto que en alguna plataforma de certificación online replicaban un antiguo post mío donde hablaba del precio de la certificación energética sin incluir el texto completo, ni enlazar a la página original de este blog (y ni tan siquiera citar al autor), anuncio a mis lectores que pueden hacer uso de estos artículos siempre que se respeten las anteriores condiciones, es decir, reproduciendo el contenido completo sin alterar su estructura y enlaces, y añadiendo además un enlace a la página original de este blog. Citar al autor lo dejo a vuestra elección. Gracias a todos por vuestra colaboración.
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