En mi último artículo he descrito brevemente en que consiste la certificación energética. Pero, ¿para qué nos sirve el certificado energético de nuestro inmueble?
En primer lugar, como ya comenté, sirve para que el comprador o arrendatario pueda comparar nuestro inmueble con otros, y pueda elegir aquel que energéticamente le es más favorable, es decir, aquel que consuma menos energía y, consecuentemente, le vaya a representar un menor costo económico.
Esta filosofía de actuación es favorable a los planes nacionales de reducción del consumo energético, que ayudan a reducir los niveles de emisiones de CO2 (gas causante en mayor medida del calentamiento global y del cambio climático) y a disminuir a dependencia energética nacional del exterior (una de las mayores de la Unión Europea) evitando la constante salida de divisas al exterior.
El razonamiento anterior es formalmente correcto, pero al llevarlo a la práctica nos encontramos que la vida útil de un inmueble es muy larga (más de 100 años en ocasiones), y que la arquitectura y los métodos y materiales constructivos han ido variando y mejorando sustancialmente con el paso del tiempo, especialmente en los aspectos energéticos. Es decir, se puede afirmar, que, en general, los inmuebles más antiguos necesitan más energía que los modernos para mantener las mismas condiciones de confort térmico (por lo menos desde que las técnicas constructivas tradicionales en cada zona fueron sustituidas por otras más estandarizadas).
En estas condiciones se puede deducir que el parque de inmuebles más antiguos no puede competir desde el punto de vista energético con los más modernos, por lo que se quedarían fuera de la elección de los compradores o arrendatarios. Es entonces cuando, para evitar esta situación, surge la verdadera finalidad de la certificación energética, que no es otra que favorecer las inversiones en ahorro y eficiencia energética en el sector inmobiliario mediante la denominada rehabilitación energética, que consiste en realizar mejoras en un inmueble antiguo que reduzcan su demanda energética y la igualen a la de los más modernos.
De nada servirá que el proceso que se pudo en marcha en 2007 con el Real Decreto 47/2007 (certificación energética de nuevos edificios) y que va a continuar con el futuro Real Decreto de certificación energética de edificios existentes se quede solo en la emisión de certificados y no se traduzca en reducciones del consumo de energía nacional mediante inversiones en rehabilitación energética. El certificado energético no es más que un papel que no produce ningún ahorro ni mejora la eficiencia energética.
En la situación económica actual de nuestro país creo que necesitamos más que nunca unas Administraciones Públicas que definan y articulen planes y medidas eficaces y efectivas que favorezcan las inversiones en rehabilatación energética. Con ellas se reactivaría la economía nacional (a día de hoy todavía muy dependiente del ladrillo) y daría una salida laboral a muchos de los millones de desempleados provenientes del sector de la construcción tras el estallido de la burbuja inmobiliaria.
Esto sí que sería matar dos pájaros de un tiro: ahorro de energía y creación de empleo. O lo que es lo mismo: menos dependencia energética, menos salida de divisas, menos CO2 emitido, menos desempleo, más cuidado del medio ambiente, más recuperación económica, más crecimiento, etc, etc, etc.
Ahora solo falta que el cazador (las Administraciones Públicas) esté atento y tenga lista la escopeta. Tampoco es pedir tanto...
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