El pasado 5 de abril el Consejo de Ministros aprobó el Real Decreto de certificación energética de edificios, cuyo texto definitivo fue publicado ayer en el BOE. En próximos artículos me detendré en el análisis de la norma finalmente aprobada, pero hoy prefiero centrarme en un detalle que considero de extrema importancia y que los profesionales del sector, en mi opinión, no lo estamos gestionando bien.
A pesar de no conocer el contenido del Real Decreto hasta ayer, y de que la obligatoriedad de su aplicación no llegará hasta el 1 de junio, algunos interpretaron su aprobación hace 9 días como el pistoletazo de salida de una carrera contrarreloj (los que comenzaron entonces a realizar acciones comerciales para ofrecer sus servicios) y otros como un punto de avituallamiento en una maratón (los que llevan ya meses realizándolas).
Como he comentado en algún que otro artículo de este blog sobre certificación energética, tengo un amigo propietario de una inmobiliaria, de tamaño mediano, con el que tuve oportunidad de charlar durante la semana pasada. Durante la charla salió a relucir el tema del certificado energético y me manifestó el hastío y las molestias que le estaba produciendo: desde el viernes 5 de abril por la tarde comenzó a recibir un sinnúmero de emails y llamadas (alrededor de 10 emails y 5 llamadas diarias) de técnicos ofreciendo sus servicios. Incluso me comenta con asombro que aparecen por sus oficinas técnicos que sin, cita previa, pretenden reunirse con él .
Esta especie de "histeria colectiva" (así lo ha denominado mi amigo) me ha hecho reflexionar sobre si ésta es la manera más adecuada de actuar para lograr una correcta implantación del certificado energético. Más allá de juzgar las molestias que se puedan estar causando a los profesionales del sector inmobiliario (a quién en su trabajo no le ha interrumpido alguna vez un comercial que se presenta sin previo aviso), quiero manifestar que considero que la gran mayoría de técnicos se está equivocando en el objetivo: apuntar hacia el cliente, o el intermediario, no me parece la mejor opción en este momento, pues no olvidemos que es quien corre con los gastos y que no se beneficia de las virtudes del certificado energético.
Simplifiquemos el asunto, y obviemos por un momento que el certificado energético se pretende implantar para beneficiar al conjunto de la sociedad: ¿quién resulta perjudicado? Evidentemente el cliente, que como mínimo aumenta sus costes. ¿Y quién resulta beneficiado? Se podrían dar varias respuestas, pero el único que siempre podría beneficiarse del certificado energético y de la información que éste le aporta sobre su futuro hogar es el comprador o inquilino. Es decir, podemos reducir nuestro análisis simplemente a una cuestión entre propietario y futuro propietario o inquilino (el resto de actores de esta película somos, nos guste o no, secundarios).
¿Y quién es el prescriptor de este mercado? Es decir, ¿quién puede realmente ayudar a que los técnicos realicen muchos certificados energéticos? La administración no parece el candidato ideal, pues aunque seguramente pondrá en marcha alguna campaña de promoción, todos sabemos sus limitaciones actuales de presupuesto, lo que se traducirá en un mínimo seguimiento del cumplimiento de la norma. Los propietarios de inmuebles no creo que de motu propio se lancen a solicitar el certificado energético si no se lo exige nadie, por lo que tampoco es la mejor opción. El único que realmente tiene el perfil de prescriptor de mercado es el comprador o inquilino de ese inmueble a la venta o en alquiler, pues si él considera que solicitar el certificado energético al propietario le proporcionará algún beneficio, lo exigirá siempre, favoreciendo su difusión e implantación.
En resumen, el sector debería, por lo menos hasta pasados unos meses tras la entrada en vigor, no solo cambiar de objetivo, si no realizar un esfuerzo colectivo y orquestar una campaña de información veraz y rigurosa que difunda las bondades del certificado energético para la sociedad en su conjunto, y para el futuro propietario o inquilino en particular. Solo así conseguiremos que una norma que lleva ya más de 5 años funcionando sin éxito, se convierta en algo habitual y aceptado por la sociedad.
Creo firmemente que no es el momento de las acciones comerciales agresivas y sí el de la formación y concienciación del gran público. No olvidemos que, por más que llevemos nosotros meses dándole vueltas a este asunto, sigue siendo un gran desconocido para la mayoría.